Existe un famoso refrán que dice “Ojos que no ven, corazón que no siente”, para indicar que es preferible no conocer la verdad, porque ésta muchas veces duele. A mi criterio este famoso dicho no sólo se aplica a la vida amorosa, sino es más general, muchas personas prefieren la ceguera con tal de no sentir dolor y de no sufrir.
Pero, ¿Qué pasa cuando la ceguera, no es la de una persona, sino la de cientos, de miles, de millones? ¿Qué pasa cuando las personas se niegan a ver lo que pasa a su alrededor con tal que esa realidad, no les incomode, no les moleste, no les haga sentir? Y es que la realidad duele, y si no duele, por lo menos te afecta.
Y es que pareciera que gran parte de la sociedad actual estuviera un tanto ciega, que el dolor de la violencia, de la corrupción, de la pobreza, de la falta de oportunidades a la cual vivimos sometidos hoy, nos impulsara a una ceguera colectiva, con tal de no sufrir o de no asumir la responsabilidad que nos toca como ciudadanos y ciudadanas. Pareciera que las cifras que vemos cada día en los medios de comunicación son únicamente simples números, cantidades frías, sin importar que detrás de esas cantidades lo que exista son personas, son historias, son sueños ¿Cómo evitar ver que según datos de las Naciones Unidas 925 millones de personas sufrieron hambre en el 2010?, que muchas de estas personas se levantaban cada día sin tener un pedazo de pan para comer o ¿Còmo evitar ver que 100 millones de niños son parte de la redes de prostitución infantil alrededor del mundo según la misma ONU? Y las cifras no se acaban, pero detrás de estas se acaban los sueños de millones de personas.

Tania Ninoska Paz Mena
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